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el camino hacia una vida sin dioses


Hace mucho que quiero hablar sobre mi ateísmo, porque siento que el volverme ateo ha sido una de las más importantes decisiones que he tomado por mi propia voluntad. No quiero, de ningún modo, ofender a nadie ni hacer proselitismo, no llevo un mensaje de odio, sino más bien, un mensaje de esperanza y de amor por el hombre. Sé que mi punto de vista, el tan sólo hecho de opinar puede sulfurar a muchos y hacer que otros me tomen como alguien culto o inteligente simplemente por tener una opinión que la mayoría no comparte, pero que , por algún motivo, parece significar academia y estudio, sin mencionar arrogancia y algo de ingenuidad con respecto a la propia relevancia como factor de cambio.

Yo no creo en muchas cosas, he perdido la esperanza muchas veces. He cometido el mayor pecado que un humanista y ser racional puede cometer, tener tanta fe en mí, y tan poca en la humanidad, que había decidido pensar que tenía algo de extraordinario. No es de eso de lo que quiero hablar, de cualquier modo, pero ha servido como fiel introducción, idónea pero no trillada para comenzar. He pensado muchas veces en lo que está en la cabeza de las personas que piensan diferente que yo, creo que al final no se trata de un problema de razón, sino del objeto de esto tan poderoso e inspirador que compartimos cada uno de los seres con un cerebro lo suficientemente complejo: los sentimientos.

Estoy seguro de que, a pesar de todo, soy un sujeto tan ordinario como tu, y como la mayoría de las personas que habitan este planeta, experimento emociones muy parecidas, y, al mismo tiempo, radicalmente distintas. En ocasiones puedo pensar que tu forma de actuar y de discernir la realidad es ridícula. Pero una vez que logro dejar de lado mi orgullo y afrontar la realidad de que soy tan parecido a todos, de que mi forma de pensar no es tan extraordinaria y que tan sólo es producto de la información a la que me he expuesto, llego a la conclusión de que los sentimientos tal loables que siento yo por mis sueños de libertad y felicidad son los mismos que tienes tu por lo que crees.

No pienso repudiar los sentimientos, las emociones de cada una de las personas del mundo, pues son estas de las cosas más auténticas dentro de la experiencia humana. Y sé que estos mísmos fenómenos de la psiquis humana, nos han permitido comprender que la pregunta no está en la trivialidad, la pregunta está en la espiritualidad. Si por esta última comprendemos todo aquello que enaltece el espíritu humano.

lo que escribo aquí no es una reflexión racional (aunque ésta está en el corazón de todo esto), sino más bien una pequeña expresión de todas estas ideas, sentimientos, emociones que dan algo de sentido a mi vida y que me han llevado a pensar lo que pienso y a actuar como actúo.

Debo confesar que hay días en los que me despierto y me pregunto «¿acaso es esto lo que tengo que sufrir por ser un ser humano?», por otro lado, el hacer parte de todo esto me es suficiente por pequeños periodos de tiempo, contados instantes, pero por los que, sin lugar a dudas, vale la pena vivir y respirar, y por sobre todo, amar.

Soy ateo por muchos motivos, siento que un mundo sin sentido, que se desliza poco a poco hacia el caos, es más significativo que cualquier itinerario organizadito. No creo que alguien mueva los hilos de la realidad para tratar de acomodarme en algún tipo de «plan», sin embargo, he sido testigo de la belleza de la realidad, belleza dada por un mundo regido por patrones y reglas que moldean todo lo que somos y lo que podemos hacer. Por supuesto, este orden es solo aparente, dado, principalmente, por la ineludible dependencia de nuestra mente a este vasto, antiguo y fascinante universo.

Me molesta que la gente piense que la ciencia es un asunto que genios, es verdad que las grandes revoluciones en la ciencia fueron dadas, sin lugar a duadas, por gigantes intelectuales, pero creo que esto es un asunto de todos, es más una forma de pensar, de ver la realidad y, por qué no, un modo de espiritualdiad. sé que la ciencia se basa en la razón, pero he llegado a la conclución, de que el hombre no es más que mero sentimiento.

Creo en la gente, amo la música, la filosofía, el arte, la ciencia y todo aquello que sale del esfuerzo humano por encontrar un placer intelectual, más allá de las superfluas cuestiones cotidianas. He ahí, el paso entre el teocentrismo, y el antropomorfismo, el reconocimiento de la belleza del ser humano.
Una hermosa mujer, una bella canción, una flor y un cielo azul, son mucho como para inventar historias detrás y luego querer creerlas. El mundo que vemos es extraordinariamente hermoso, y todo aquello  que pueda enrarecer mi vista me lastima, me hiere, me molesta, y simplemente no pienso seguir con algo que me lleve al mero escape, aunque el mero contemplar sea mi revancha contra la triste realdiad.